El yo virtual: los aforismos de Hiram Barrios por José Luis Morante

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Quien calla nunca es trivial;
quien habla lo es casi siempre.

HIRAM BARRIOS

 

En esta interpretación colectiva del aforismo mexicano, que constituye el propósito crucial de las jornadas transatlánticas[1] propuestas por la Universidad de Granada y dirigidas por la investigadora, aforista y poeta Erika Martínez, es inevitable el recuerdo. En la travesía del género algunos enclaves legitiman por sí mismos el ancho cauce de la tradición paremiológica en español. Pienso en el colombiano Nicolás Gómez Dávila o el italo-argentino Antonio Porchia, magisterios referenciales de consulta obligatoria y fuerte complacencia personal. Ellos son fuerzas centrípetas para el complejo horizonte del decir breve, desplegado tras el intervalo finisecular. Ya es un dogma crítico que sus aportes al género han propiciado, en el presente, la marea alta del aforismo europeo e hispanoamericano.

Entre las incertidumbres actuales las formas mínimas han conseguido aplauso inesperado y una resonancia especial que acrecienta la práctica. Son signos de época. Conceden una percepción súbita de la realidad cuyo carácter, temporalista y mudable, adquiere relieve en las pulsaciones acompasadas del lenguaje. Así sucede con el haiku, esa japonería aclimatada cuyo mensaje cobija la impresión instantánea; o el microcuento, ficción de argumento resolutivo; también con el epigrama, esqueje que clausura la poda existencial; y lo atestigua el aforismo, ámbito reflexivo con una epistemología medular diversa.

La vigencia de lo sucinto en este trecho cronológico se asiente sobre un contexto de multiplicidad causal. Son evidencias reseñables, las siguientes:

 

  1. a) El género posibilita el entramado argumentativo. Indaga en subtemas como la dinámica social, la ciudad convertida en acera transitada por el solitario y la multitud, el peso conceptual del lenguaje, las bifurcaciones del pensamiento con los pasos de cebra de paradojas, analogías y símbolos, y hace de péndulo entre el acervo filosófico y la experiencia poética.

 

  1. b) La ausencia de una única codificación admite constelaciones formales. El texto se libera del soporte único; mantiene arquitecturas donde caben los esquemas tradicionales y las indagaciones del binarismo digital.

 

  1. c) En la semántica del menos es más respira la capacidad para traducir estados de ánimo del protagonista subjetivo y la disposición activa e iluminadora que difunde los marcos escénicos de la otredad.

 

    1. d) Por último, otro rasgo reseñable del aforismo actual es la claridad enunciativa del mensaje directo y el afán de preservar la densidad elusiva en la fragmentación.

He optado por monopolizar mi análisis en la singularidad renacentista de Hiram Barrios (Ciudad de México, 1983). Es traductor, editor, narrador, docente en ejercicio en las aulas del Colegio de Ciencias y Humanidades (UNAM), aforista y estudioso del microdecir. En su persona, la curiosidad indagatoria sobre los ejercicios de concentración lingüística nace temprano. Dedicó la tesina El aforismo literario. Tres ejemplos mexicanos[2], centrada en la voz concisa de Francisco León González, Marco A. Almazán y Efraín Huerta, al ser medular del aforismo. Con ella obtuvo el diploma de especialización en literatura mexicana del siglo XX, por la Universidad Autónoma Metropolitana. Los planteamientos analíticos conectan con itinerarios abiertos por Javier Perucho[3], Irma Munguía Zatarain y Gilda Rocha Romero, a los que añade la aleccionadora aportación de Werner Helmich. El filólogo alemán caracteriza el aforismo con cuatro propiedades verbales: concisión o brevedad, aislamiento textual, expresión en prosa y efecto sorpresa.

La tarea difusora de Hiram Barrios comienza desde la traducción y el ensayo. Su primera versión del italiano es Voces paranoicas (Cuadrivio, 2013), una compilación de textos del poeta maldito italiano Eros Alesi (1951-1971). El suicidio del joven el 31 de enero de 1971 clausuraba una biografía marginal hecha desde el exceso, que fluye en la poesía como una introspección extraña, paranoica, casi a trasmano de la razón. El quehacer traductor, iniciado con Eros Alesi, se ha centrado después en los poetas Edoardo Sanguineti, Roberto Roversi y Bartolo Cattafi, voces siempre cercanas a la heterodoxia expresiva y la periferia cultural.

Aunque es la economía verbal la que dicta el enfoque del presente análisis, se recuerda que el mismo año sale de imprenta el ensayo El monstruo y otras mariposas (Naveluz, 2013), obra que yuxtapone indagaciones breves. El trabajo está marcado por la diversidad. Se exploran la naturaleza del prólogo, las biografías creadoras de escritores como José Vasconcelos, Carlos Díaz Dufoo II, El grupo sin número y sin nombre, firmante en 1929 del manifiesto “Bandera de provincias” para dar visibilidad a la literatura descentralizada; e integra una perspectiva de Sergio Golwarz, pensador, escritor, músico e inventor. La crítica añade una muestra aforística extraída de El sombrero del hombre feliz (1956) y de 126 ensayos de bolsillo y 126 gotas tóxicas (161). Además, están presentes otros aportes como el dedicado a Julio Camba, o el que da título al volumen “El monstruo y otras mariposas”.

Desde esos trazos sobre Sergio Golwarz, arranca la edición digital Gotas tóxicas. (Aforismos y minificciones), promovida por Cuadrivio un año después. En el prólogo “Contra el olvido” se realiza un análisis contextual que aborda la marginalidad del escritor, pese a su popularidad en otras facetas como la música. Dispersos por libros y revistas entre 1956 y 1969, los aforismos y relatos hiperbreves comparten la toxicidad fermentada de la ironía, el sarcasmo, el humor ácido y una fuerte misoginia. La entrega añade como coda el texto “La elaboración del chiste”, donde el autor subraya el hecho creativo como un proceso de ensamblaje en el que la expresión de la idea requiere un laborioso despojamiento hasta vislumbrar la esencia cómica.

Con el acierto didáctico Lapidario. Antología del aforismo mexicano (1869-2014)[4] el escritor hace balance de la aportación aforística de autores foráneos, voces del exilio español asentadas tras la guerra civil, y firmas de otras geografías iberoamericanas. Se define el proyecto con tono humilde, “como un trabajo liminar, exploratorio y en construcción”. En el volumen constatamos un sondeo riguroso, unitario, que estudia vínculos entre escuelas y autores en un interludio de siglo y medio. El tomo clarifica un planisferio donde el ciberespacio está cambiando las reglas del género y las posibilidades de recepción.

El especialista analiza también el espacio más próximo con la edición de Aforistas mexicanos actuales, una antología consultada aparecida en noviembre de 2019, que impulsa Apeadero de Aforistas en Libros Al Albur, el sello que coordina y dirige José Luis Trullo. El mínimo volumen integra una pléyade de autores mexicanos nacidos entre 1951 y 1993, que representa los ideales creativos del momento, una etapa de apertura editorial y consolidación del texto aforístico. Del reconocimiento genérico participan Leonardo de Jandra, Raúl Aceves, Gabriel Trujillo Muñoz, Anna Kullick Lackner, Armando González Torres, Benjamín Barajas, Jorge Fernández Granados, Merlina Acevedo, Amaranta Caballero Prado, Federico Fabregat, Erick Nolazco y Víctor Bahena, con veinticinco aforismos por autor, publicados o inéditos.

Del mismo modo, Silenzi Scritti / Silencios escritos sobrevuela la voluntad expansiva del aforismo en Italia y México con una antología bilingüe realizada por Hiram Barrios y Donato Di Poce, que fortalece vínculos y enriquece por contraste esta modalidad literaria.

La salida anima el viaje por ambos territorios del decir minimalista e incorpora un pórtico con doble perspectiva: “Introducción”, de Hiram Barrios, y “Elogio del Aforismo”, de Donato Di Poce. La apertura de H. B. opta por el decir fragmentado; construye teselas pensativas donde tienen presencia la paradoja y los dilemas: “El silencio es la nada que contiene el todo”. Con tan fértil siembra, la mudez se percibe como inadvertido diálogo que realza el ideario. Desde el laconismo, la estrategia discursiva reclama condensación, bordea la lisura en blanco. Asimismo, presenta la alineación que integra catorce practicantes del microdecir, siete mexicanos y otros siete italianos, con diez textos de temática libre por hablante. Por su parte, Donato Di Poce, en “Elogio del aforismo” reclama el arraigo del legado conciso y su pulso en un discurrir histórico que entrelaza escrituras hasta hoy. Una travesía cognitiva necesaria para que el texto mínimo sea mirada crítica. Los escritores mexicanos incluidos, con traducción de aportes textuales al italiano a cargo de Yolanda García Arenas, acreditan prolíficas constantes vitales. Muestran sendas que persiguen una dicción singular en las intersecciones expresivas. Están Anna Kullick Lackuer, Armando González Torres, Benjamín Barajas, Geney Beltrán, Carlos Francisco Gallardo Sánchez, Hiram Barrios y Yolanda García Arenas. Desde su encarte, los aforismos crean evocaciones de la memoria, pensamientos indagatorios sobre lo diario, materia conceptual metaliteraria o apuntes incisivos del trayecto biográfico.

La lista italiana acoge a Fabrizio Caramagna[5], Alberto Casiraghy, Camillo Cuneo, Donato Di Poce, Stefano Elefanti, Sandro Montalto y Giovanni Ronzoni, con piezas breves traducidas al español por Hiram Barrios. Tampoco existe en esta selección una poética nuclear; los temas fluctúan. Enlazan el aforismo lírico, la callada conversación con el contexto social, la fuerza del minimalismo expresivo o el cultivo del silencio como surco abierto de la idea. Sorprende la presencia del aforismo caligramático; la forma vierte sobre la escritura una silueta constructiva, con afinidades con el poema visual.

Retomo un acierto semántico de Yolanda García Arenas, en torno a la esencia del menos es más, recordando que la pluralidad del aforismo es su unidad. Por tanto, no puede ceñirse a una única codificación, ni formal ni semántica, ni geográfica ni de grupo. En todo momento la estrategia sugiere un libre recorrido cuyos meandros despliegan ramificaciones. Desde la parquedad, el aforismo es un hecho del lenguaje que ofrece exploraciones eclécticas.  Silenzi scritti / Silencios escritos propicia una conjunción nominal en dos orillas geográficas; refrenda que el único paso que no pierde el hilo en el aforismo es el enunciado autosuficiente y cerrado desde la brevedad. Y todo lo demás es un ovillo de polivalencias.

Con Apócrifo Hiram Barrios se integra en la práctica aportando su versión particular de la economía verbal. Se me permitirá recordar que la elección del sustantivo contiene latente la evocación de Antonio Machado y la asunción de su sistema teórico: lo escrito nace en la hondura de la conciencia y en su trasfondo, ese ámbito del subconsciente capaz de crear entidades moldeables. Así lo hizo el gran poeta de la generación del 98 en Juan de Mairena y Los Complementarios, donde se abre un diálogo con voces apócrifas que posibilitan el viaje de la asunción subjetiva hacia un pensamiento objetivado en el otro. El rescate de ese yo virtual constata que todos habitamos una entidad heterogénea, paradójica y contradictoria.

La decodificación lectora concede al título, como elemento paratextual, una triple función: identificadora, referencial y distintiva. Así que antes de adentrarnos en el cuerpo de la obra conviene recordar connotaciones básicas del término. En su acepción académica, “apócrifo” alude a un adjetivo que califica lo simulado, inexistente o fingido; la etimología popular emplea el término para encuadrar comentarios u opiniones subjetivas que carecen de fundamento, o que siembran rumores que no se pueden constatar. Así pues, Hiram Barrios pone bajo sospecha la práctica de este género de intensidad, que busca ahorrar pasos entre la niebla de lo digresivo.

La observación estimulada por el rótulo no desdice la naturaleza singular del género. El aforismo preserva la autonomía de cada fragmento y la pluralidad de inquietudes semánticas. El escritor establece para los rasgos temáticos y formales del corpus una ruta de lectura de quince secciones. Su primer tramo, “Diario o culto” tiene una base testimonial, como si el yo biográfico personificara al protagonista en sus interacciones cotidianas con un entorno que difunde estrategias cognitivas: “Los mejores aforismos los escupo en la calle. En el asfalto está mi aforística”. Los breves nacen de circunstancias concretas y dejan constancia de una subjetividad que respira a pie de calle. Pero el cauce natural del aforismo es la contradicción; si el sujeto busca a ras de suelo la huella firme de algunas certezas, esta actitud es compatible con “las videncias del oráculo”. La intuición predice. Esta clarividencia desconfía del logos: “Un hombre, a solas con su pensamiento mucho tiempo suele ser peligroso”, “No pensar como medida preventiva”, “Los mensajes más oscuros son los que alumbran más”. La construcción de los aforismos integrados en “microhistorias” dibuja un perfil de cercanía con el relato ultracorto, no solo por la precisión extrema del lenguaje sino por el carácter ambiguo y la capacidad de sorprender mediante una visión no convencional del hilo argumental. Así lo constatan estos ejemplos: “Cordura. Antes escuchaba voces. El psiquiatra me recetó pastillas: ahora son las voces las que me escuchan”; “Irresistible. Mi esposa es atenta y complaciente: una delicia de mujer. Por eso busco amantes.”; “El legado. Pelearán hasta matarse por los bienes del difunto. Los males se heredan por igual.”

Otra modalidad de frontera con el aforismo es el epitafio. Entre ambos abundan los motivos conectores e igualatorios: egocentrismo, solemnidad lapidaria, posicionamiento temporal. Queda recalcado en abundantes aciertos expresivos: “El genio. Lo enterraron vivo, siempre adelantado a su tiempo”, “El librepensador. Luchaba por la verdad. Su obra lo desmintió”.

Escribir aforismos es alzar un entorno de habitaciones soleadas, con una buena orientación al mediodía, que propicie borrar sombras y convoque al desaprendizaje. La escritura hace que el trazo sutil de la existencia avance con nutrientes inmediatos, volátiles, y con el activo destello del relámpago. En el remanso de Apócrifo siempre hay sitio para las gotas de claridad inesperada. En ella se despliega la capacidad oratoria de la inteligencia y el necesario silencio: “Callemos mejor para entendernos”. Así afloran las aristas de un tiempo fermentado que el aforismo se empeña en moldear, lijando distorsiones. Es un quehacer continuo, inquieto y atomizado, de voluntad con fe, que piensa, mientras camina, que “el aforismo es un atajo”.

 

La breve entrega Artimañas se editó en Lima (Perú) en septiembre de 2020 por Quarks Ediciones digitales, dentro de la Colección Silencio Kilométrico, con diseño y dibujo de cubierta de Antonio Paz Fernández y diseño de interiores de Louis Guerra Valdivia. La salida se organiza en escuetos tramos, siendo el primero el apartado “Avispero” que integra una cita asertiva de Nicolás Gómez Dávila: “Escribir corto, para concluir antes de hastiar”. El transeúnte verbal siente el ahora como un espacio arrumbado, proclive al desgaste erosivo, que exige a los destellos aforísticos un desarrollo mayor que solidifique el enunciado de carga argumental.

Afirmarse en la fría superficie del logos es interpretar la identidad como un rastro de zonas umbrías e imposturas: “Desconócete a ti mismo”, parece, ahora, un mejor consejo”. No hay un itinerario vivencial pactado sino un aleatorio discurrir de navegaciones y retornos: “Trashumar el pensamiento, las acciones, los sueños, la palabra. Encontrarse con uno mismo sólo para escapar de ese momento”. La perseverancia del trayecto exige “Ser nómada: un árbol de raíces peregrinas”; o vislumbrar esas incisiones cicatrizadas por la incertidumbre: “Huir, fugarse, desaparecer… Anhelos que pocas veces confesamos”.

En ese hilván de asuntos que genera Artimañas también germinan anotaciones resolutivas que dan la mano a la intuición de la experiencia: “La venganza suele ser novelesca; el perdón, una suerte de poesía; pero el olvido… El olvido es un aforismo”. Los textos integrados en el segundo tramo, “Aviso oportuno” adquieren en su registro formal un tono objetivista, aunque rebajan su eficacia didáctica con estelas de humor e ironía. En cambio, el apartado siguiente “Los hechizos de la noche”, que debe su epígrafe a una cita de Alda Merini: “Los aforismos son los hechizos de la noche”, monologan con la naturaleza verbal del género, como mezcla híbrida entre especulación filosófica y decurso lírico.

La coda del volumen mantiene un aserto recapitulatorio: “Escribe tu propia “artimaña”. Esa demanda al activismo lector se facilita con una máquina combinatoria, que hace posible el entrecruzado de información; investiga un supuesto aforismo perdido en el magma textual de un párrafo, o dicta una tarea de taller que tiene como propósito culminar la búsqueda con un pensamiento profundo. La Real Academia de la Lengua asocia el vocablo artimaña a maquinaciones, recursos mañosos, trampas o tejemanejes; son ejercicios que expenden una significativa frialdad, como si anularan de antemano las vivencias del pensador, poniendo únicamente el foco en la materialidad del texto, por lo que el punto de vista de estas creaciones puede parecer una bifurcación trivial por su esencia artificiosa y por dar pábulo a una ocurrencia de laboratorio. A este respecto se puede consultar la web www.laincreiblemaquinaaforística, un posibilista despliegue de fórmulas combinatorias, con aire de rastrillo intelectual para saldos verbales. Hiram Barrios lo menciona en el prefacio “Destino de un hombre”, apertura de su traducción del ensayo Líneas de seda (Cuadrivio, 2014), de Fabrizio Caramagna.

 

Esta travesía crítica hace hincapié, por tanto, que, en la polifonía intelectual de Hiram Barrios, el género aforístico adquiere una expresividad esencial porque indaga en los ámbitos nucleares de la conciencia. Su condensación creativa responde a una luminosa construcción conceptual de la realidad. Acepta los parámetros inestables, afectados por la globalización, la percepción fragmentaria y la desasosegante seducción del entorno tecnológico.

En Hiram Barrios el aforismo es un balance de resistencia vitalista, una vocación que apela a la madurez lógica y reflexiona sobre los caracteres opacos de la temporalidad, la memoria y lo contingente, esas aleatorias secuencias que dibujan los fuegos fatuos del acontecer existencial.

Rivas Vaciamadrid, diciembre de 2020

José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956), poeta, editor y crítico literario, fue profesor de Ciencias Sociales en un instituto público de Rivas-Vaciamadrid (Madrid), donde creó la revista Luna Llena y coordinó la revista gráfica y de textos Prima Littera. Su obra poética se recoge en tres antologías: Mapa de ruta (Maillot Amarillo, 2010) y está formada por siete libros alguno de los cuales ha recibido reconocimientos como el Premio de Poesía Luis Cernuda, el Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, o el Premio Hermanos Argensola. En 2019 la colección Wasabi de Takara Editorial publica la segunda antología, Pulsaciones, selección del autor sobre un cuarto de siglo (1990-2016) de vida dedicada a la literatura y que añade, a los ocho libros antologados, 18 poemas inéditos concebidos entre 2012 y 2016. En 2020, publica su tercera antología poética: Ahora que es tarde (La Garua Editorial), al cuidado de Joan Vega; asimismo, compendia la antología 11 aforistas a contrapié (Liliputienses), en la que explora el aforismo español contemporáneo.

[1] I JORNADAS TRANSATLÁNTICAS SOBRE AFORISMO EN ESPAÑOL: MEXICO, Universidad de Granada, 17 y 18 de diciembre de 2020. Directora: Erika Martínez (Universidad de Granada), Coordinador: Paulo Gatica Cote (Universidade de Santiago de Compostela).

[2] Hiram Barrios, El aforismo literario. Tres ejemplos mexicanos, asesor: Vicente Francisco Torres, México D. F., 2013. La investigación de Diplomatura recorre la codificación plural del aforismo, en la década de los ochenta, para contextualizar los registros singulares de Francisco León González, Marco A. Almazán y Efraín Huerta.

[3] Javier Perucho, Escrituras privadas, lecturas públicas: el aforismo en México, en LEJANA, revista crítica de narrativa breve, nº 3 (2011). El empeño clarificador de Javier Perucho puede considerarse plena avanzadilla indagatoria sobre la estrategia narrativa del aforismo. El investigador resalta la carencia de bibliografía especializada, salvo mínimas excepciones, como la antología de Luigi Amara La tradición fantasmal del aforismo en México (2006) y los balances recopilatorios de Irma Munguía Zatarain y Gilda Rocha Romero Aforismos. (Una selección libre) (1992) y el Diccionario Antológico de Aforismos (2007).

[4] Hiram Barrios (Compilación), Lapidario. Antología del aforismo mexicano (1869-2014), FOEM, Toluca de Lerdo, Estado de México, 2015. Similar enfoque, aunque mucho más acotado, tiene el volumen Aforistas mexicanos actuales, Apeadero de Aforistas, Libros al Albur, Sevilla, 2019.

[5] Hiram Barrios es responsable de la versión al español en 2014 de Líneas de seda, ensayo de Fabrizio Caramagna; el traductor incorpora el liminar “El destino de un hombre”, una reflexión sobre el pensamiento lapidario y sus ecos en la cronología de la Historia, lo que anula cualquier cultivo coyuntural. Al abordar la materia verbal de Líneas de seda, publicado en edición original en 2012, identifica al decir breve con un texto en construcción que cuestiona el sentido íntimo de la existencia y se convierte en senda cognitiva.

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