Hoy día quería dedicar este espacio de poesía periodística para hablar de mi hijo, mi tocayo, pero el mundo se mueve a tal velocidad que las cosas sentimentales quedan relegadas sobre la máquina de los sueños y entonces empezamos a enfrentarnos con la realidad de una niñita de tres años , maltratada, violentada y abusada, en la capital de la República. Ahora mismo está luchando por su vida en el hospital Santa Clara de Bogotá.
Una niña vulnerable como lo fue mi hijo, ahora varón que cumplirá 21 años este 9 de mayo. Las investigaciones son alarmantes, la tragedia se tiñe de impotencia e irresponsabilidad al constatar el abandono del Instituto de Bienestar Familiar, institución encargada de estas labores humanas, más que humanitarias, quienes habiendo detectado en primera instancia que la madre agredía a la niña, luego no se entiende por qué vuelve a darle la tenencia a la abuela.
No quisiera relatar estos infortunios, pero es necesario crear conciencia en las gentes de a pie que todos los días transita por estas aberrantes escenas y no puede seguir volteando la cara para el otro lado de la realidad. Es nuestra realidad y debemos afrontarla sin retirar la vista del suceso y la tragedia.
Debemos de aprender a ubicarnos en la misma situación para poder entender la gravedad de los hechos. Yo lo haré. ¿Qué me haría yo si mi hijo hubiera sufrido esas lesiones tan graves como desgarros, fractura en el cráneo, señales de abuso sexual y por último si hubieran encontrado en su boquita papel y tierra? ¿Qué se haría usted, cómo respondería contra la sociedad, contra las autoridades, cómo se podría medir su grado de impotencia ante tales hechos?
La actitud de la madre también debe ser investigada, dejar a una niña de tres años en una guardería clandestina en la que trabajadoras sexuales dejan a sus hijos, es humillante, pero quizá es la única forma de lidiar contra la ineptitud de nuestras autoridades que no deciden poner fin a este tipo de situaciones, pudiendo hacerlo. Plata hay, que no jodan, falta decisión política y un par de pelotas para terminar de una vez por todas con estas cosas que desgarran el alma de toda Colombia.
Felizmente y gracias a Dios mi hijo este 9 de mayo puede cumplir 21 años. Ojalá las ansias de vivir de esta niña puedan vencer lo impensable y podamos saludarla por sus quince, por sus veinte y por sus cien años bien vividos.
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