“¿Huevos prehistóricos? ¡Prehistóricos serán los tuyos, güevón!”, así trata el tema de los huevos prehistóricos de Cien años de soledad, el escritor colombiano Fernando Vallejo, en un artículo escrito para la revista El Malpensante de título tan sobrio y directo como Un siglo de soledad.
Este artículo nunca fue publicado por la mencionada revista. Entre otras cosas escribe sobre el Inicio, que como tantos jóvenes soñadores, nos aprendimos de memoria: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, juzga, Fernando Vallejo, que existen problemas con la sintaxis y hace varias preguntas que el lector de aquella novela podrá entender fácilmente: “¿Muchos años después de qué, Gabito?” Y así continúa con una serie de “acusaciones”, tomaduras de pelo, sinrazones, otras conjeturas bien razonadas, mamando gallo a un interlocutor omnisciente, que no se entera; Imparable, sigue avanzando, intentando jugar con palabras que dejan mucho que desear en cuanto al Realismo Mágico, esencia de la cual procedemos muchos de los que escribimos en Iberoamérica y en el mundo.
No deseo entrar en aquella discusión histórica, pero sí considero que Vallejo tiene mucha razón en diversos puntos de aquel artículo que recomiendo leer. Tampoco pienso como el director de El Malpensante de esos años que acusaba en Vallejo, inverosimilitud, al querer atacar a un elefante con un cortaúñas. Más bien me sumo a su respuesta cuando dice: “ Muchos años después del incidente de El Malpensante, recuerdo la remota mañana en que el coronel Andrés Hoyos me rechazó el artículo sobre nuestro genio máximo escrito para nuestra revista máxima. Bogotá entonces era una aldea de cien mil habitantes que vivían de huevos prehistóricos”. ¿Qué más decir? Está clarito. La poética de GGM frente a la poesía de Fernando Vallejo. Juzgue usted, crítico lector.
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