El espacio galáctico y fronterizo en El Aura (ed. Apogeo,2020) de Miguel Ildefonso por Julio Barco

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El espacio galáctico y fronterizo en El Aura (ed. Apogeo,2020) de Miguel Ildefonso por Julio Barco

El Aura

Para los que vienen leyendo con interes la poesía de los años noventas, la voz de Miguel Ildefonso de seguro les resulta cercana.  Y es que Ildefonso es una de las estrellas conspicuas de su periodo, y, en un trabajo con más de una veintena de publicaciones, lleva experimentando y deshaciendo toda la maquinaria del lenguaje.

Sucede que hay poetas que no se remecen con la propia coyuntura de lenguaje, ni asumen su propio lenguaje como aventura vital. En el caso de Ildefonso, y en su reciente publicación “El Aura” ocurre que la propia construcción de su épica nos lleva al ritmo de su propuesta:

El dios de no hay dios. Un grano de arena que se remonta a su estado larvario de termina o humano en el tronco de aserrín esparcido en el espacio interestelar. Escribo en la calle NN, hecho un trapo como bandera de una elevada caída en los glaciares de Neptuno, más allá de Centurión.

La onda de estos poemas nos remiten a varios de sus antiguas publicaciones, como por ejemplo al imprescindible Esquirla(Ed.Dentro,2019)[1], donde se repasa la propia construcción poética como una suerte de gran explosión, donde retóricos, estilos, fines, significados se dan coloquio; siguiendo esa épica, Aura, inicia también como una explosión, pero ya no es la poesía y su definición (o definiciones) lo que revienta en estas páginas, sino la propia perspectiva del autor, poeta, de aquella máquina que se manifiesta escribiendo, o como dijo recientemente , yo soy alguien o algo que escribe, sin importar de qué género se trata. [2]

Sea como fuere, se siente el ritmo de una escritura acéfala, perdida en fluir cósmico tan solo en el primer poema Obertura, para luego entrar a la sección Chet Baker, Opus I:Cd. J 2015, donde lo cósmico aterriza en una poesía urbana y paisajística, que gana por la lucidez que suelta entre las pinceladas de calles, avenidas o cuerpos sacudidos por el hambre fronterizo:

A Guadalupe la pintan
en  esperados milagros
en la avenida Vicente Guerrero
los futuros migrantes ensayan un rezo tatuándose los dientes
mordiendo el músculo sóleo
en procesión de ropas chinas para la Guadalupe
no envejezca

Miguel Ildefonso Centro de Lima

La mención a la virgen de Guadalupe nos abre la dimensión religiosa de este paisaje del libro donde se descubre la  situación geográfica de aquella zona que limita con EEUU. Juárez o los chamizales, por ejemplo, son parte de la poética donde también transitan narcos tatuados y otros seres, como el propio Chet Baker que aparece como personaje de algunos versos:

y Chet Baker tenía una trompeta
para evitar que la realidad no sea
como la que contaban en las películas
“¿por qué los mejores lugares
los lugares que me gustan no están juntos?
así no tendría que viajar tanto”

Estos últimos versos, conectan con otras obras de Ildefonso, especialmente  Canciones de un bar en la frontera (Ed. El Santo Oficio, 2001) donde la idea de los límites y fronteras se abren para conectar con el propio desierto de la escritura, o —de una manera más concreta—con los conflictos que la propia frontera norteamericana abre frente a México. Por otro lado, el recurso de incluir a personajes de la cultura de masas en sus versos es un proyecto que ya viene trabajando en Dantes (Ed.Lustra editores, 2010) o El hombre elefante y otros poemas (Ed.Asociación Peruana-Japonesa Fondo, 2016)  Por eso, El Aura huye de sus viejos recursos, o de la voz tan singularizada en su art poético[3], para conectar con lo neurálgico de las migraciones modernas.  E incluso, si somos lectores agudos podemos encontrar guiños en algunos versos de Diario Animal(Ed. Hipocampo, 2016)[4] y este último trabajo, sin embargo, lo destacable es lograr un nuevo proyecto, una suerte de film donde la crítica al sistema y la necesidad del arte son dos sellos de agua,

pero ahora en todas partes la cultura ha sido quemada
arrasada por el fuego de Capital que lo vende todo
que lo digo yo que soy un cronotopo
que se mete en el tiempo
a indagar o inventariar lo que cuaja en el cuajo
y escarbo en la carne asada bajo la tierra
que deshecha la cultura

Esta parte entonces es un homenaje a Chet Baker donde también surgen personajes como Marilyn Monroe, la famosa actriz de cine del siglo XX, que nos dibujan un escenario roto, de migración, de bares, de fronteras, de arte, de sexo, de preguntas sobre la realidad y el deseo de la poesía. Por otro lado, en Opus II: Las Trompetas del Apocalipsis vemos una regresión al artista perturbado; estos poemas de extensas praderas prosísticas, nos dibujan la mirada de la voz del narrador, que deambula hostigado del mundo y del arte:

Estaba ebrio, lamentándome de haber perdido tantos años escribiendo, intentando ser Shakespeare o John Milton, pasando horas en mi cuarto y horas en los bares buscando a Baker.

Esta parte del libro sirve como cierre de  una etapa existencial, donde la voz poética se reúne con fantasmas, como Juan Preciado en la vieja Comala. Eventualmente, El Aura se divide en Opus I: Stella Stai y Opus II: Odiseas[5] En estos últimos pasajes observamos un giro radical del primer tema para abordar un registro que explora, desde monólogos y apuntes rápidos, la divagación mental y espiritual de algunos astronautas:

“En esto consistía el morir, en eso constistió el vivir”, dice el astronauta en un lenguaje sin oxígeno, quizás solo de pensamientos repetitivos en circulación de neuronas.”

El último eslabón del poemario termina siendo un elogió a Ray Charles, genial músico ciego que es también símbolo del gesto creativo infinito, como un elogió a varios autores de la ciencia: Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, Doppler, Einstein.

A veces pienso que escritores y científicos comparten el mismo campo creativo.
Una obra de arte sigue un proceso parecido al del método científico, guardando evidentes distancias. En El Aura de Miguel Ildefonso (Premio Nacional de Literatura, 2017)  la creatividad y obstinación son el caldo de cultivo para toda mente (sea Chet Baker o Yuri Gagarín) que profundiza sobre su realidad y la transforma, sea mediante una teoría científica o un libro de poemas. El aura no es una teoría epistemológica sino un canto al caos panteísta y espiritual de cosmos, tanto del lenguaje como el sideral donde nos encontramos. Tal y como Wikipedia nos expresa, la obra de Ildefonso se configura entre la frontera, el monstruo y la migración.

En este libro Dios es la frontera donde el monstruo (Chet Baker o el astronauta, es decir, el poeta) son eternos migrantes de sus aguas y remansos. La poesía se torna entonces una nave espacial que se aleja del Yo para conquistar todos los Cielos.  Por algo, Rimbaud, que por cierto no fue astronauta, nos invita a saber que el yo es otro. Y en este nuevo diario animal, la mutación del yo se observa en las diversas voces que toma, sea la de un mozo que le sirve whisky a Baker y Marilin Monroe, o la de un cronotopo. El poeta es otro, es decir, es también el átomo y la materia, el pensamiento de Demócrito y las alitas diáfanas de los moscardones en la sílaba oscura.

Con este libro, Miguel Ildefonso, vuelve a asaltar la pradera de poéticas y autores de nuestra contemporaneidad para dar un canto del cosmos. Ildefonso es un autor polifacético que se reinventa en cada libro, sin alejarse de la idea de conectar un teorema mayor llamado Obra.

Lima, 2021

[1] (Leer aquí mi reseña sobre Esquirla: https://juliobarco.metaliteratura.com.ar/contenidoblog.asp?con_codigo=85)

[2] (Leer aquí : https://viajayfotea.com/2020/12/10/miguel-ildefonso-la-poesia-nos-armoniza-con-el-silencio/)

[3] Para los interesados en conocer más de esta voz urbana, que para mí es de lo mejor entre los 17 poemarios escritos por Ildefonso pueden leer mi artículo “La voz de Miguel Ildefonso” publicada originalmente en Lima Gris : https://limagris.com/la-voz-de-miguel-ildefonso/

[4] Los que leyeron Diario Animal recordarán, en la página 20, poema Ángel Caído, el siguiente verso: “Dios sabe hacer las cosas (pensó)/ y qué distinto fue todo/ desde entonces” Y en El Aura en la página 21, dice lo siguiente “dios nunca sabe por qué hace las cosas/ las cosas son superiores”

[5] Detalles que siguen corroborando la conexión musical de este poemario, tanto en su diseño como en alguno de sus personajes.

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